Podemos ser optimistas y bajar la guardia ante los
grandes avances que se han hecho en los últimos años en materia de igualdad,
pensando que ya es suficiente. O podemos ser realistas y recordar los datos
escalofriantes de mujeres víctimas de la
violencia. Desde este punto de vista, aún queda mucho por hacer.
Las
ideas machistas o sexistas son producto de la educación del hogar y el contexto
social en el que estamos. Se trata de un mito que la antropología ya ha
refutado, si bien en todas las sociedades distinguen entre tareas
de hombre y mujer, la asignación de un género a estos trabajos es arbitraria:
lo que en una cultura es propio del hombre, en otra lo realizan las mujeres, y
viceversa.
Consiste
en la asignación moral de "bueno" únicamente a elementos que se ven
replicados en la naturaleza. Por ejemplo, la monogamia podría considerarse
natural si se da en muchas especies de primates. La misma falacia que se
utiliza para cargar contra la homosexualidad.
Sin
embargo, incluso las opciones que se creen "naturales" no lo son, ya
que al argumentar de este modo no puede evitarse un sesgo al destacar casos en
los que la naturaleza actúa del modo que consideramos "apropiado" y
descartar el resto en los que se da lo contrario.
Impera
la idea de que a cada sexo le corresponde un género determinado, las mujeres
que tiendan a la "masculinidad" tendrán menos capacidad para
autoafirmarse que los hombres con roles masculinos. En este caso, el
sexismo conlleva la apropiación de unos clichés en detrimento de otros.
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